Comentario
Salerno, 8 de septiembre de 1943. Italia está en guerra desde hace 1.184 días; el fascismo cayó hace cuarenta y cinco días y hace cinco días fue conquistada la isla de Sicilia. Las Fuerzas Armadas aliadas han puesto el pie en el continente a través de Calabria. En Salerno, aquel día se produjo el enésimo bombardeo. Desde hacía varias semanas la ciudad se había convertido en un objetivo importante para la formación de bombarderos aliados. Las incursiones se sucedían a un ritmo infernal de día en día, de hora en hora, hasta el punto de que Salerno ya se había convertido en un montón de ruinas y la gente buscaba refugio en las galerías y en los refugios, llena de hambre y sin esperanza.Sin embargo, de repente, a las 19:45 horas de aquella tarde de septiembre, también en Salerno, entre las ruinas y en los refugios, se escuchó la voz del mariscal Badoglio que anunciaba el armisticio entre Italia y los aliados. ¿Había terminado la guerra? Muchos lo creyeron así y, como sucedió en otras provincias del país, la gente corría por las calles como loca. Pero la manifestación popular duró poco: una flota naval enorme apareció por el horizonte apuntando de forma amenazadora hacia el golfo de Salerno. A la alegría le sucedió el temor y el miedo, por lo que la gente volvió a esconderse en los refugios en espera de ver cómo se desarrollaban las siguientes horas.Las naves avistadas transportaban un fuerte contingente de tropas de desembarco que tenían como objetivo Salerno. Esta acción militar, llevada a cabo en coincidencia con la proclamación del armisticio, apenas fue advertida por los italianos, demasiado trastornados por los acontecimientos de aquel dramático día; y sin embargo, fue una acción muy importante que si hubiera estado mejor coordinada habría podido hacer que terminara la guerra mucho antes. Las cosas no fueron así: los alemanes, aunque cogidos por sorpresa, tuvieron suficiente tiempo para reaccionar y les faltó poco para conseguir devolver al mar a los aliados. ¿Por qué sucedió esto?Para responder a esta pregunta es necesario remontarse hacia atrás algunos meses, cuando Mussolini aún no había sido destituido. El 9 de julio de 1943, las fuerzas aliadas desembarcaron en Sicilia prácticamente sin sufrir pérdidas (en esta fecha, el 9 de julio, es cuando los historiadores marcan el comienzo de la campaña de Italia).En realidad, mientras las fuerzas de desembarco abrían con inesperada facilidad la cabeza de puente de la isla, el Alto Mando aliado aún no tenía un plan preciso sobre el futuro de la guerra. El desembarco de Sicilia fue el fruto de un fatigoso compromiso alcanzado con los aliados en la conferencia de Casablanca. Churchill quería que Sicilia fuera la base de operaciones de ataque a la fortaleza europea; sin embargo, Roosevelt, apremiado por Stalin, decidió terminar, con la ocupación de la isla, las operaciones militares en el Mediterráneo y movilizar el grueso de las fuerzas de desembarco hacia Manica, para preparar el desembarco de Normandía. Estas decisiones eran definitivas cuando el comandante supremo aliado, el general Eisenhower, viendo una rápida victoria en Sicilia, estudió por su propia cuenta el desembarco de Salerno.Hay que añadir que este desembarco fue preparado a comienzos de julio de 1943, cuando Italia aún se encontraba en guerra y ni siquiera contemplaba la eventualidad de una caída del fascismo, así como la solicitud por parte de Roma de una tregua.El Mando supremo aliado decidió proclamar la rendición italiana aquel mismo día, aunque en Roma se seguía tratando de convencer a los aliados para suspender las operaciones. Ninguno se preocupaba de dar órdenes precisas a las tropas ni de proponer un plan eficaz para hacer frente a los alemanes. De repente, a las 18:00 horas, el rey convocó el Consejo de la corona para notificar la proclamación del armisticio: en la discusión que siguió, el general Carboni manifestó su deseo de retrasar el armisticio con la intención de ganar el tiempo necesario para preparar la defensa de Roma. El Ministro de Exteriores, Guariglia, y el coronel Marchesi, subrayaron que en el mismo momento en el que radio Argelia dió la noticia, cualquier duda debilitaría la confianza de los aliados. Incluso el rey Vittorio Emanuelle III estaba de acuerdo con ellos. Una hora más tarde, a las 19:45, Badoglio leyó el mensaje por la radio. Esa misma tarde, los medios de desembarco aliados entraron en el golfo de Salerno.La orden de operación preveía desembarcos al norte y al sur del río Sele. Los comandos británicos tenían que conquistar la zona norte, ocupar el aeropuerto de Montecorvino, Battipaglia y las poblaciones que conducen a Nápoles. Los rangers americanos tenían que desembarcar al sur del Sele y apoderarse de las carreteras principales para establecer el contacto con las tropas de Montgomery, que se dirigían hacia Calabria. En el momento del desembarco, los primeros soldados aliados tomaron tierra con relativa facilidad, aunque, poco más tarde, la reacción alemana se desencadenó violentamente. Mientras las bengalas con paracaídas iluminaban la zona de desembarco, todas las posiciones costeras de defensa abrían fuego contra las fuerzas de desembarco que se aproximaban hacia la playa. Pocas horas antes del desembarco, a las 14:00 horas, el Cuartel General del mariscal Kesselring, en Frascati, había sido completamente destruido por una incursión aérea. Dicho bombardeo, que formaba parte de los planes de la operación aliada, quitó durante un tiempo el mando a las tropas alemanas que se encontraban en el sur de Italia. El mismo Kesselring se quedó completamente aislado durante algunas horas. Sólo más tarde, cuando consiguió ponerse en contacto con Berlín, apareció la noticia de la capitulación de ltalia.Los alemanes, y entre ellos sobre todo el general Rommel, se habían resignado a perder una parte de Italia, la parte meridional, más expuesta a posibles desembarcos y a concentraciones en la línea de defensa que la organización Todt comenzó a construir entre La Spezia y Rimini. Kesselring, que operaba en el frente sur, no se rindió. La noche entre el 8 y el 9 de septiembre, jugó todas sus cartas para demostrar a Hitler que sus ejércitos todavía eran capaces de controlar la situación y mantener el control de aquella parte de la península que Rommel ya había dado por perdida. Sostuvo esta decisión manteniendo que era indispensable impedir a los aliados conquistar los aeropuertos del sur de Italia para evitar que la Alemania meridional entrara en el radio de acción de las formaciones aéreas aliadas. Kesselring ordenó a las tropas que se concentraran en los alrededores de Roma. Deseaba eliminar lo más rápidamente posible cualquier resistencia italiana para verse libre y descargar todas sus fuerzas contra las tropas de desembarco aliadas que habían entrado en el golfo de Salerno. Sin embargo, las tropas italianas, a pesar de la confusión y de la falta de órdenes precisas, reaccionaron al ataque alemán.La noche entre el 8 y el 9 de septiembre se combatió en los alrededores de Roma, sobre todo en la vía Magliana y a ocho kilómetros de la vía Ostiense. Muchos de los encuentros se produjeron durante el día 9 de septiembre. La división Ariete, formada en Cassia, resistió un duro ataque en la zona de Monterosi. La división Piave combatió en Monterotondo y en Mentana, obligando a la rendición a un batallón de paracaidistas alemanes. Sin embargo, la resistencia esporádica de los italianos, ni bien coordinada ni apoyada ante la llegada de las tropas aliadas, estaba destinada a enfrentarse contra el avance de los panzer alemanes. El día 10, la acción alemana se hizo más violenta. Porta San Paolo se hizo el centro de la última resistencia encarnizada. En los combates participaron también los civiles, a los cuales se les repartieron armas. Al finalizar el día, los últimos baluartes fueron destruidos.En Salerno, mientras tanto, durante las primeras 48 horas que siguieron al desembarco, los aliados consiguieron cambiar la situación de las defensas alemanas y orientarse hacia el interior. La resistencia alemana era débil, por lo que el general Clark pudo sentirse satisfecho: las naves lograron descargar carros armados y vehículos motorizados permitiendo que los refuerzos afluyeran regularmente en la playa. La artillería alemana se quedó muda y la Luftwaffe parecía que había desaparecido. Prosiguiendo con el avance, los aliados ocuparon el aeropuerto de Montecorvino y reactivaron las pistas. La batalla parecía ya vencida ya que los alemanes se retiraban o se rendían. Tres días después del desembarco, los aliados controlaban una cabeza de puente de cien kilómetros de longitud y diez de profundidad. Sin embargo, de repente, la situación sufrió un dramático cambió: los alemanes desencadenaron el contraataque.Tropas frescas y bien armadas atacaron por sorpresa el sector norte derribando las defensas de los comandos británicos. Pocas horas después, el contraataque se extendió a todo el arco del frente. Las tropas alemanas que llegaron como refuerzo eran las divisiones de Kesselring que se encontraban retenidas en Roma: una vez asegurado el control de la capital italiana, pudo lanzarse contra las tropas aliadas. En contraste con Rommel y con el Mando Supremo que seguían negándole refuerzos ya que consideraban perdida la situación en Italia, intentó dar la vuelta a la situación. El plan era el siguiente: empujar a los aliados hacia el mar antes de que éstos pudieran unirse a las tropas de Montgomery, que empezaba a marchar desde Calabria. Ante las fuerzas alemanes, la formación anglo-americana vaciló. La retirada fue general. Los alemanes reconquistaron posiciones estratégicas importantes, como Battipaglia y Altavilla, y avanzaron hacia el centro de la cabeza de puente aliada en donde se abría la peligrosa brecha trazada por el río Sele, que dividía el cuerpo británico del americano. En campo aliado se registraron tremendas desbandadas. La situación se hizo desesperada para los aliados. El general Clark, que había perdido su optimismo, pidió insistentemente que le enviaran refuerzos. Para contrastar el avance alemán se decidió utilizar la división de paracaidistas Airbone: eran los paracaidistas americanos que habrían tenido que lanzarse sobre Roma el 8 de septiembre, pero que se quedaron retenidos en el aeropuerto de Licata; ahora se lanzaban sobre la retaguardia con la intención de golpear y desorganizar los movimientos del enemigo. Sin embargo, ni siquiera su intervención modificó la situación. Los alemanes siguieron victoriosos su marcha. Para conseguir el éxito total era necesario que intervinieran las dos divisiones acorazadas que se encontraban al norte con Rommel. Kesselring lo pidió insistentemente, pero le fue denegado. En el aire se presentía la sensación de que se iba a repetir lo ocurrido en Dunkerque, a pesar de que en sus Memorias, el general Clark niega haber pensado en aquel momento en reembarcar sus tropas.El mariscal Alexander, comandante en jefe de las fuerzas británicas, decidió resolver la situación solicitando la intervención directa en la batalla de la escuadra naval; ésta, el 14 de septiembre abandonó la isla de Malta y se dirigió hacia Salerno. Al mismo tiempo, algunos bombarderos pesados se lanzaron sobre la costa de Salerno creando ruinas y destrucción en la retaguardia alemana. Para los fines de la batalla era decisivo el bombardeo naval. Acercándose al límite de la costa, los barcos realizaron la misión que normalmente desempeña la artillería. Sus bombas destruyeron las posiciones alemanas junto con zonas enteras de población civil.El 16 de septiembre, la carretera de Nápoles estaba prácticamente abierta para los anglo-americanos. Hay que decir, sin embargo, que si el desembarco de Salerno fue un éxito desde el punto de vista militar, políticamente y estratégicamente no alcanzó los objetivos que se había prefijado: la inmediata liberación de Nápoles y el rápido avance sobre Roma. Para liberar Roma se necesitaron todavía nueve meses y para recorrer los 54 kilómetros que separan Salerno de Nápoles, 22 días: los días de la insurrección popular de los napolitanos.